Constituyen una de las zonas más elevadas del parque y los encontramos hacia el sureste. En ellos se hallan las mayores extensiones de encinar y también pinares de repoblación de pino carrasco, principalmente. Otro tipo de vegetación la constituyen los olivares y los viñedos.
Los matorrales asentados en el Parque Regional del Sureste ocupan aproximadamente un 23% de toda la superficie y presentan una gran diversidad fisonómica. Cada una de las distintas formaciones vegetales, dominadas por una o varias especies de matas, integran un rico y variado cortejo florístico, estableciéndose los índices más altos en cuanto a biodiversidad botánica mediterránea se refiere.
Los matorrales calizos o de tránsito calizo-gipsícola se localizan en las zonas con una mayor altitud, preferentemente sobre suelos que conforman los páramos y que recubren, a partir de los 600 metros, en forma de manto, los yesos y margas de las cuestas. Los matorrales calizos más significativos, dado que ocupan una mayor extensión, son: los romerales, tomillares, tomillo terrero y tomillares de mejorana, ontinares, efedrales, aulagares y salviares o esplegueras. Existen otros matorrales de menor entidad en cuanto a espacio ocupado, pero de gran interés botánico como son las comunidades de los jarales y de estepa negra. Estos últimos suelen ocupar suelos aluviales calizos con abundante pedregosidad. De igual manera aparecen rañas silíceas dispersas y dominadas por cuarcitas, jaguarcillos, jara pringosa y otras matas.
Estas características de los paramos hace que haya esta diversidad de especies: El halcón peregrino, el búho real, lechuza común, musaraña gris, el ratón de campo, topillos, chova piquirroja, collalba negra, el roquero solitario, curruca rabilarga, pequeño de herradura, comadreja, tejón y murciélago enano.
Alicia San Laureano
Los matorrales asentados en el Parque Regional del Sureste ocupan aproximadamente un 23% de toda la superficie y presentan una gran diversidad fisonómica. Cada una de las distintas formaciones vegetales, dominadas por una o varias especies de matas, integran un rico y variado cortejo florístico, estableciéndose los índices más altos en cuanto a biodiversidad botánica mediterránea se refiere.
Los matorrales calizos o de tránsito calizo-gipsícola se localizan en las zonas con una mayor altitud, preferentemente sobre suelos que conforman los páramos y que recubren, a partir de los 600 metros, en forma de manto, los yesos y margas de las cuestas. Los matorrales calizos más significativos, dado que ocupan una mayor extensión, son: los romerales, tomillares, tomillo terrero y tomillares de mejorana, ontinares, efedrales, aulagares y salviares o esplegueras. Existen otros matorrales de menor entidad en cuanto a espacio ocupado, pero de gran interés botánico como son las comunidades de los jarales y de estepa negra. Estos últimos suelen ocupar suelos aluviales calizos con abundante pedregosidad. De igual manera aparecen rañas silíceas dispersas y dominadas por cuarcitas, jaguarcillos, jara pringosa y otras matas.
Estas características de los paramos hace que haya esta diversidad de especies: El halcón peregrino, el búho real, lechuza común, musaraña gris, el ratón de campo, topillos, chova piquirroja, collalba negra, el roquero solitario, curruca rabilarga, pequeño de herradura, comadreja, tejón y murciélago enano.
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